Eduardo Segura Fernández (Oviedo, 1967) es Licenciado en Historia (especialidad Moderna), Máster en Filosofía y Doctor En Filología Inglesa. Todas estas Mayusculologías hacen evidente que hablamos de un Hombre de Letras, un Humanista, con todas las acepciones que ello lleva implícito ya simplemente desde lo etimológico (de
humus, tierra o lodo, remite a la creación del primer hombre a partir de polvo de tierra, no sólo en el imaginario Cristiano sino en numerosas culturas y sistemas mitológicos: somos tierra, somos Tierra, somos polvo de estrellas...; de Oviedo a las estrellas en un párrafo, esto es lo que pasa cuando se entra en contacto con Gente como Don Eduardo). Pero es que además su Tesis Doctoral se centra en el análisis narratológico de la célebre novela (¿es suficiente con "novela"?) del Profesor Tolkien,
El Señor De Los Anillos, una novela que me marcó y un autor que a día de hoy me sigue sorprendiendo y espero que no deje de hacerlo (porque entonces, ay entonces, habré perdido la esperanza como el traidor, como Saruman).
Ayer Jueves día 22 de Noviembre de 2012, un mes antes del Fin de los Tiempos (esperemos que de los malos), tuve la buena fortuna de poder asistir a una Conferencia de tamaña eminencia (¿humaniencia? qué maravilloso es inventar palabras, un amigo británico me decía que amaba su lengua natal por su flexibilidad a la hora de crear nuevas expresiones, en eso los españoles estamos más restringidos, pero qué demonios, ¡creemos novologías!, dicen que hay hasta quien inventa lenguas ficticias y termina escribiendo mitologías integrales con más lógica interna que un libro de física cuántica y, sobre todo, que las políticas de nuestros gobiernos actuales) Conferencia, decía, en el Casino de Murcia sobre las figuras de Chesterton y Tolkien, y su punto de conexión, que viene a ser la recuperación en ambos de la narrativa decimonónica de corte Romántico como pura reivindicación de lo imaginario, de la abstracción, frente al Ultrarracionalismo (esto es una palabrota) que nos invadía en tiempos de tan ínclitos escritores y que hoy directamente nos ha ganado la partida (pero ay, nunca está todo perdido... como decía Aragorn a un niño de Rohan en la cinta de Peter Jackson, producción para mí más desafortunada que meritoria en términos generales:
hijo, tienes buena espada... y siempre hay esperanza). Ya Ortega y Gasset acusaba a principios del siglo XX la "deshumanización del Arte", por mencionar a un autor de nuestra vetusta península que atisbara los problemas del pasado siglo como aquellos hicieran, cada uno a su manera. De hecho, un prólogo que firma Ortega y Gasset es el de la mastodóntica
La Decadencia de Occidente de Oswald Spengler, que trata el tema de la decadencia, sujeto recurrente en la obra del Profesor Tolkien. Repito, salvando las distancias. Muchas personas pueden estar identificando los mismos problemas aunque sea desde torres escandalosamente lejanas geográfica y conceptualmente hablando. El caso es que sería incapaz de plasmar aquí todo lo que ayer se dijo y se invocó en el Casino (hubieron desde fuegos artificiales hasta Palabras Arcanas cuya mera pronunciación entraña peligro... pero estábamos con Eduardo, que arrojaba un poco de Luz en cuanto la cosa se oscurecía). Sería incapaz, pero sí voy a citar una frase que quedó bailando en mi subconsciente (dice mi mujer que ayer noche soñé con la conferencia, pues decía cosas extrañas sobre libros extraños). La frasecita reza tal que así, nada más ni nada menos:
"La función del Mito es ayudarnos a Recuperar la Visión Primigenia de las Cosas"
Es de Eduardo. Gracias, Eduardo. Habréis visto que gusta apuntalar en mayúsculas lo que me parece importante. Hay nombres propios que yo escribiría en minúsculas. Hay nombres propios que no escribiría, they don´t even know they´re born.
Me quedé con ganas de hacerle al menos un par de preguntas, como por ejemplo:
-"Don Eduardo, soy Antonio, profesor de Historia en el instituto donde su dulce hermana es Jefa de Estudios. He leído que Tolkien le dijo una vez a su hijo (¿sería Christopher?) que lo único que lamentaba de Chesterton era que éste ignorase lo nórdico. ¿Sería tan amable de sintetizar en pocos minutos la importancia y el peso específico del elemento mitológico nórdico en la imaginería tolkieniana? Gracias.
Pero no quedaba tiempo. Me habría gustado ir a saludarle después, pero fui estúpidamente tímido y me marché. Me habría gustado, antes de nada preguntarle sobre el estado de salud de mi Jefa, y luego tal vez preguntarle si es conocedor de la obra de esa nonagenaria californiana que me tiene hechizado llamada Úrsula K. Le Guin, autora del ciclo de novelas de Terramar y a la postre autora de un ensayo sobre el Esquema rítmico en El Señor de los Anillos, recopilado en La Tierra Media: Reflexiones y Comentarios, donde varios autores de lo Fantástico como Terry Pratchett o la misma Le Guin analizan la obra de quien es su confeso Maestro. En las novelas de Terramar, llenas de una sensibilidad especial, los magos son magos (wizards: la primera novela, de finales de los 60 se titula A Wizard Of Earthsea) porque recuerdan el Nombre Verdadero de las cosas. Ahí es nada. Allí, la magia se basa en el Arte de Nombrar las cosas con su verdadero nombre, en una lengua arcana olvidada por el común de los hombres y que nos retrotrae directamente a la idea de Eduardo de "Recuperar la Visión Primigenia". Recordar el Nombre Verdadero. Recordar la Verdad. No sólo la verdad científica, empírica. Volver a maravillarnos. Por algo en Le Guin, el archipiélago de Terramar fue creado con una sola Palabra. Ahí la conexión filológica entre Tolkien y Le Guin. Simplemente me habría gustado plantearle a Eduardo la cuestión, y, en el caso de que por sus tribulaciones no haya tenido tiempo aún de leer a la mencionada autora, recomendársela con énfasis.
Me habría encantado incluso hablar del maestro del Lejano Oriente Hayao Miyazaki y de la potente evocación de esas visiones infantiles (y a la par sabias, por impolutas, inocentes y aún sin tacha) que imprime a su obra audiovisual. O del gran mitólogo Joseph Campbell y de cómo el desarrollo de El Señor De Los Anillos se solapa a la perfección con las Etapas del Héroe que aquel identificó en su El Héroe De Las Mil Caras.
Como educador, también me sentí identificado con varias cosas que comentó Eduardo. A menudo siente uno que no es suficiente con exigirles a los alumnos el mero ejercicio memorístico. Yo, por el momento, le voy a pedir a mi 1º de la ESO que me escriban un cuento con la única condición de que lleve por título El Volcán Durmiente, partiendo de un contenido visto en Geografía. Pero el desarrollo del cuento es completamente libre, como si al volcán le da por hablar (mejor así, de hecho). Porque considero que les hago mayor favor fomentando su creatividad que forzándolos a que copien y peguen de wikipedia la definición de volcán durmiente y al día siguiente lo olviden.
Don Eduardo, cuando vuelva Ud a pasar por Murcia, estaré encantado de escucharle de nuevo, y más aún de mantener una charla, en la calle, en un banco o bebiendo un café. O una infusión, que el café altera mi ánimo y mis tripas como brebaje de orcos. Y si un buen día la locura (la sana y envidiable locura de quien eventualmente se arriesga fuera de las murallas del reino, de lo "real") acaba por apoderarse de su persona e Ilúvatar por fin le susurra directamente al oído, tengo una clase llena de Mentes efervescentes (35 para ser exacto) dispuestos a oír hablar de Cuentos, esperando dejar de pensar para "libre-pensar".
Gracias, Eduardo.