Normalmente es el padre quien ha de reprender al hijo cuando éste hace gala de malos usos y palabras. ¡Pero cuánto mayor es la dicha del hijo que elogia a su padre por revelarse al fin, por mostrarse tal y como es y pronunciar las palabras
que han de ser pronunciadas, en total ejercicio de libertad y dignidad, formando escándalo en las aguas cenagosas y estancadas! ¡Cuánto mayor es el júbilo y el orgullo filial por la vida paterna recién reconquistada!
El hijo se convertirá en padre,
el padre en hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario