En él, el émpata Osden, que superó su autismo de infancia, suelta la siguiente arenga a la tripulación que le acompaña en una misión de exploración:
¿Es que no te das cuenta -y la voz de Osden subió de tono por la exasperación- de por qué vosotros me desagradáis y yo os desagrado a vosotros, a todos? ¿No te das cuenta de que yo retransmito todo afecto negativo o agresivo que habéis sentido hacia mí desde el día en que nos conocimos? Yo os devuelvo vuestra hostilidad. Lo hago en defensa propia (...). La autodefensa es la única técnica que he desarrollado para sustituir mi primitiva defensa, que consistía en apartarme totalmente de los demás. Por desgracia, eso crea un circuito cerrado, un circuito que se automantiene y que se autorrefuerza. Vuestra reacción inicial hacia mí fue la antipatía instintiva que se siente hacia un lisiado; ahora, por supuesto, es odio. ¿Es posible que no me entendáis?
Simplemente impresionante. Y una manera de transmitir, en clave de ciencia ficción (ese género en que, como en la Fantasía y la Poesía, se puede plasmar lo que no se puede expresar con palabras), cómo de crueles e irracionales pueden llegar a ser las dinámicas y reacciones grupales paranoides y la falta de atención y responsabilidad (siquiera involuntarias) hacia personas autónomas, sensibles y empáticas, por tomarse erróneamente la simple diferencia o la ausencia de estímulos emitidos como estímulos negativos emitido de facto.