Diane Lane canta y baila como una ménade postmoderna, de esa forma tan ridícula y secreta que se gastaba en los 80. Si en algún momento de este desgarrador alegato musical, sea en ese cambio de acorde del minuto 1:08, sea cerca del final cuando la semidiosa kitsch procede a mover la melena helicoidalmente no se te pone el vello de punta, puede que tu cuerpo contenga cierto porcentaje de horchata.
Al final adquiere un tono dramático, y casi reivindica el estatus de himno generacional cuando empiezan a sonar esos coros femeninos de fondo. Tan buena que hasta deja mal cuerpo.
Uau... Cristo del Valle...